A la deriva

Comilonas, resacas, regalos, rebajas, ..., la sociedad vagabundea buscando un aliciente por el que moverse pero, nunca, construyendo un futuro y, siempre, andando de puntillas por la vida esperando nada.

En España podemos hablar de monarquía, de políticos corruptos, de gasto público, de sanidad, de desempleo, de terrorismo, ..., banalidades para la inmensa mayoría de la sociedad cuando de lo que hablamos debería ser el motor de nuestro país.

Nos importa todo nada, aparentamos grandeza siendo pequeños, nos ahogamos sabiendo nadar y hablamos cuando hay que callar.

El espejo de la sociedad es ese en el que se refleja la falta de aptitud y actitud, el mirar hacia el interior, el querer salir y ser, el dejar de aparentar porque ese espejo esconde demasiadas cosas.

Las motivaciones dejaron de existir en una sociedad que anda a la deriva, sin motor, sin rumbo, dejándose llevar por esos desleales seres que sólo piensan en ellos, en su bien, en su ego. 

Parecemos expertos cuando hablamos de los demás para dar un consejo, por ejemplo. La inexperiencia nos llega cuando hablamos de nosotros mismos, no mostramos nuestro lado egocéntrico, nuestra envidia, todo nos parece bien, llegamos a ser precisamente el ser más adorable del mundo, el más honesto, el mejor situado a la hora de aconsejar, el más bondadoso ... apariencias de nada.

Al igual que se construyen casas y palacios para aparentar lo que nos demuestra lo pobres que somos para presumir, nos compramos coches y vestimos ropa de marca, todo para presumir y para no mostrar nuestras carencias ante la sociedad, parecemos que somos pero somos lo contrario a lo que parecemos.

Así vamos, a la deriva. Llevados por donde la gente quiere ... arrastrados por las sogas de la sociedad cuales latas tras un coche de unos recién casados.