El Riesgo de Ganar

Ya se ha dicho que las personas reivindicamos constantemente esos derechos y libertades que supuestamente se nos otorgan sin que, en realidad, seamos merecedores de esos privilegios. ¿Por qué? Bueno, por norma general somos conformistas y por ello nos acomodamos a lo que otros nos dan, no invertimos en obtener una ganancia, del tipo que sea, no buscamos soluciones, no queremos, en el fondo, presumir de que hemos conseguido esos derechos o libertades. Somos un rebaño de ovejas llevados por pocas personas que nos envían de un sitio a otro sin que nosotros sepamos si queremos ir o no.

Evidentemente podemos echar la culpa al presidente del gobierno, o al jefe de la oposición al gobierno, a nuestro jefe, a la pareja de nuestro jefe, a nuestro compañero de trabajo, a nuestra pareja, ..., podemos echar la culpa a todos cuando en realidad la culpa es nuestra.
Ninguna de esas personas tiene la culpa de tus desgracias. Ninguna te dijo por dónde tenías que ir. Fuiste porque quisiste, porque te costaba menos trabajo obedecer que llevar la contraria.
¿Necesitamos echar culpas? ¿Tan simples y vacíos somos? Pues, por desgracia y por norma general, sí. Hemos de entender de qué mundo formamos parte, si del que quiere mantenerlo tal y como está o del que quiere cambiarlo. Y para cambiar el mundo hemos de empezar por nosotros mismos, sin ayuda de nadie, sin esperar nada, con riesgo, con o sin beneficio, y entender que aunque las cosas no nos salgan como habíamos pensado, en el empeño de intentar cambiar las cosas está la felicidad, está el saber que aunque nos entierren de manera independiente, hubiera sido lo mismo que echarnos a una fosa común, porque nunca fuimos alguien, ni siquiera para nuestra familia.


Nelson Mandela, Martin Luther King, Abraham Lincolm, Gandhi, ..., todos ellos fueron de esas personas que no se conformaron y por eso están ahí. Si hubieran sido como nosotros nadie hablaría de ellos, serían otra oveja más que formaría parte del rebaño.

¿Por qué no arriesgar? No sólo se trata de dinero, ese bien tan apreciado por el que nadie arriesga, si no más bien algo que se pueda "perder" en un momento dado. Podemos arriesgar esa dignidad tan indigna que tenemos, ese amor propio infiel a nosotros mismos, ese honos deshonrado, esa paz en constante guerra, ese ser que nunca fue.
La vida se nos va, y con ella nuestros derechos y libertades nunca conseguidos por nosotros. Dejemos de seguir reivindicándolos en nochebuena o en una cena con los amigos y comencemos a luchar por ellos constantemente para que algún día podamos decir que al fin somos libres, y lo más importante, que lo conseguimos nosotros mismos.

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