Acostumbrarse a nada
Ya sabemos que la vida adulta básicamente se compone de cuatro momentos diarios y personales: desayunar, almorzar, cenar y ... hacer "algo". La mayoría de las personas viven exclusivamente para desarrollar estos momentos.
Dentro de ese "algo" se pueden englobar acciones como trabajar, como ver la tele, andar un rato o esperar a que te cambie la vida por un factor externo. Todo depende.
Dependiendo de las motivaciones de cada persona, podemos llegar a conformarnos en un momento dado de nuestra vida, dejando a un lado lanzarnos a correr aventuras, ir a ver un concierto, probar esa comida que siempre nos llamó la atención, viajar, sentir, emprender, ... pero claro, si ese momento llega a los cuarenta nos estaremos rindiendo demasiado pronto y, por consiguiente, esperar a que la muerte nos visite cuando quiera.
Si depende de la fuerza con la que afrontar la vida, hay quien lo da todo desde el inicio y hay quien se va reservando para llegar fuerte al final. Pues ni una cosa ni la otra. Hay que dar lo que cada situación te pida para después reservarse una vez finalizada cada situación.
Esperar, parar tu vida esperando a que ocurra algo que normalmente será una mala noticia, porque por las buenas no te moverás, porque si no has buscado nada no esperas nada, esa costumbre, la de esperar nada, tan perjudicial para tu salud que acabarás teniendo como mejores amigos facebook o "sálvame".
Y, una vez que te has acostumbrado a esa vida tan pobre, ya nada volverá a ser lo que pudo haber sido, porque comenzar de nuevo una andadura cuesta mucho, y si conlleva una lucha, más aun.
Acostumbrarse a nada es eso, dejar de luchar, conformarte, envidiar, desear, alejar, dejar de ser, ..., porque con esas actitudes habrás arrojado la toalla, quizás sin saberlo, pero te estarás rindiendo ante el mundo, ante esa apisonadora que te aplasta cuando dejas de querer ser o de querer estar, más aun de querer hacer.
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