La Sencillez de las Personas

Mentes privilegiadas aparte, las personas nos caracterizamos por ser tan simples que con un mero estudio se sabe por dónde vamos a ir, que respuesta daremos, cómo reaccionaremos o que cara pondremos. Nuestra simplicidad nos delata, nuestro ego se hunde.

Las personas actuamos conforme a lo que creemos que está bien (hagámoslo o no), a lo que queremos transmitir y a lo que los demás quieren oír. Pero en la vida hay que tomar decisiones, unas fáciles y otras difíciles y, aunque cueste, llega un momento en el que hay que tomarlas.

Y, como cuesta hacerlas, para ello tenemos miles de excusas (salvo excepciones) como por ejemplo que las personas envidiosas son siempre las demás, que los gordos no comen, que los musculados no toman potingues, que cuando algo que dijimos se vuelve en nuestra contra nunca lo dijimos, que nuestros hijos son siempre los mejores o que ante un problema decidiremos qué camino coger (camino de huida, claro).
Para las personas que utilizan su ausencia de dificultad o complicación en sus acciones como característica principal de su ser deberían tener al menos la capacidad de distinguir entre situarse al lado de una buena persona y aprovechar esta coyuntura o situarse al lado de alguien que le irá mermando, si cabe, su sencillez hasta convertirla en incompetencia, inutilidad o ignorancia.
Por eso nuestro ego, de forma presumida e inepta, intenta demostrar lo que no somos y por consiguiente empieza a hundir nuestra poca coherencia cuando mostramos nuestro yo, nuestro yo dominado por cualquier persona o circunstancia, ese yo tan sencillo que dejó de ser un yo personal e intransferible.


Esa ausencia en nuestra persona de dificultades que nos hagan un ser tan sencillo que nuestra presencia huela a frialdad, anuncia una falta de conversación, un escaparate de mentiras o una inmadurez crónica que hará que no nos moleste el desaliento hacia nosotros porque nuestro estado natural será el de no hacer nada y lejos de sentirnos perdedores por pasivos, nos sentiremos ganadores por nada, pero nos quedaremos con ser ganadores aunque sea de no haber hecho nada.

Por lo tanto, alejémonos de la carencia de lógica o de sentido común, huyamos del ser pesados o molestos, de ser engreídos, abandonemos ese afán de resaltar demasiado nuestra valía, retirémonos de la vida común y busquemos constantemente ser parte de un mundo leal e inteligente, donde la sencillez sea humildad y donde las personas sean individuos aprovechables para la vida en común.

La mediocridad, siendo nefasta para la humanidad, el la forma social más utilizada íntimamente. Mostraremos otra cara, pero sabemos quiénes somos y nos conformamos con ello. Las dificultades serán para los demás, la sencillez ... para nosotros.

Y el que no hace nada cree que evidentemente no se equivoca y ese es su error porque permanecer quieto ante cualquier situación es, claramente, la mejor manera de ser inútil.

El tonto, si bueno, dos veces tonto.

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