Pereza

Aunque sabemos que no estamos dispuestos a ir cuando nos llamen, mostramos que lo estamos.

En realidad no tenemos disposición o ganas de ir cuando nos llaman, aunque sea para ayudar, aunque hayamos estado siempre mostrando la predisposición, "si te hace falta, llámame", cuando en realidad sabíamos que no íbamos a ir, pero ... siempre estarán las excusas, que serán mayores que el problema que tenías y por el que me llamaste, pero ... lo siento.

Lo malo no es no ir, no es no tener la disposición de hacer algo, lo malo es que antes de que nos lo pidan, ya sabemos que no vamos a ir, que la disposición es mentira. Pero la gente no lo sabe, la gente cree en nosotros, al menos la primera vez, y ya nos inventaremos algo para la segunda y posteriores.
El caso es que nunca haremos nada por los demás. Nuestra pereza es tal que el atractivo que podemos verle a la misma se antepone a cualquier causa justa por la que luchar.
La inutilidad que envuelve a la pereza hace que hasta las excusas sean perezosas, puedes trabajarte la primera, la segunda, quizás la tercera, pero llegará un momento en el que ni tan siquiera contestes para excusarte de aquello que sabías que no ibas a hacer nunca.
Una persona perezosa nunca estará cansada (aunque quiera transmitir que lo está) y nunca una persona sensata y diligente dará una excusa para eximirse de hacer algo importante.


La pereza no te hará rico, no hablo de materialismo, esa condición te alejará de gente buena, porque les fallaste, caerás en el olvido de quien en algún momento te quiso, de quien algún día pensó que eras importante y que otro día se dio cuenta de que no eras más que una persona inanimada que no buscaba nada, sólo no hacer.

Y no culpes a nadie, ni a nada, cúlpate sólo a ti y a cómo hiciste las cosas en tu vida, o, mejor dicho, no hiciste.

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