La sensatez en extinción

Definitivamente el mundo se esfuerza cada día en extinguir aquellas virtudes dignas de ser admiradas e inextinguibles. La sensatez, por ejemplo, es una de ellas.
Dejamos de ser, de ser útiles, de ser necesarios, dejamos de ser esa persona creíble y coherente en quien los demás se querían ver reflejados, dejamos de ser y ya no volveremos ...
Precisamente en estos tiempos, en los que deberíamos mostrar esa prudencia tan vital a la hora de convivir, de saber estar, de cruzarte con alguien por la calle, de enseñar quiénes somos, es cuando realmente nos damos cuenta de las carencias de nuestro ser. Porque no somos, no somos nada ... quizás ese polvo en el que algún día nos convertiremos. Nuestro epitafio, como el de la mayoría de la gente, pondrá cuando nacimos y cuando morimos, y ya está, no hará referencia a lo que vivimos, evidentemente, porque no fuimos nadie.

Pero nos empeñamos, nos empeñamos en montarnos en esa balanza que siempre apunta hacia el lado de la insensatez y, dándonos cuenta de ello, nos bajamos para seguir siendo imprudentes e indiscretos, presuntuosos y ostentosos, en definitiva inútiles para una sociedad culta, sabia o cuerda, y útiles para esa comunidad que abunda en el mundo llamada tropa o muchedumbre.

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Y aunque queramos mostrar que podemos estar en el lado humano de la sociedad, nuestros actos y comentarios muestran lo contrario. Creer que somos y mostrarlo cuando en realidad no lo somos nos enseña el nivel que tiene nuestro mundo, de un aspecto saludable por fuera y podrido por dentro.
En ese mundo enseñamos nuestro mejor nivel, nos maquillamos y utilizamos nuestras mejores galas para que las demás personas vean nuestra fachada de arquitectura excelente y no puedan ver nuestro mediocre interior.

El mundo no necesita a la mayoría de la gente, por insensata, por desposeer al mismo de los valores humanos y sinceros, por creer en nada real y negar el buen juicio y el sentido común al propio mundo. Esa "tropa" peleará contra sí misma constantemente, acariciando el oro y maltratando la razón, vulnerando lo bueno y beneficiando lo malo. En ese mundo vivimos.

Y sin esa actitud de cada persona de no presumir de sus logros, de reconocer sus errores y fracasos y de actuar sin prepotencia y orgullo, la sociedad irá hacia donde va, hacia la extinción por insensata, porque la vanidad y la soberbia nos llevaron a llorar por no defender y conservar la humildad que a todos nos hacía falta y nunca creímos necesaria.

Recapacitemos y actuemos, todavía estamos a tiempo.


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