La lejana cercanía

¿Por qué aquellas cosas que pueden hacernos disfrutar están a menudo tan lejos?

¿Por qué no podemos expresar a veces nuestros sentimientos por miedo a perder?

Nuestra sociedad, tan individualista como egoísta, presenta normalmente un sentido abstracto de los sentimientos, impidiendo ayudar o alentando a la envidia. Ese sentido, posiblemente de defensa, nos paraliza a la hora de acercarnos a las personas por temor a no ser correspondidos, por temor a dar más que recibir o por temor a servir de caricato no respetado.

Si ayudamos hemos de hacerlo sinceramente, de nada sirve presentarnos como un amigo de todos con un "aquí me tienes" para luego estar lejos cuando se nos necesite. La lejanía, exactamente, nos libera de un compromiso de estar para todo, porque aunque parezca que estamos aquí, cuando llega la hora de demostrarlo, no estamos. Es un tipo de soledad en compañía, parece que están pero no están, o están muy lejos.

No es necesario faltar al respeto de los cercanos ni dejar de tenérselo. Como vivimos carentes de pecados no nos preocupa la lejanía porque todo lo que no sea eso implica una relación más o menos afectiva y eso implica trabajo.

Por aparentar lo que no se es o por cualquier otro motivo mostramos cercanía, simulamos ser esa persona que necesitas, diciendo lo que quieres oír y no llevándote nunca la contra. Somos capaces hasta de decir un "te quiero" realmente vacío de contenido.
Es muy fácil ser ese falso amigo que crees que nunca te fallará, es fácil fingir, es fácil ser cercano desde lejos.

Por otro lado, quizás, queremos mostrar nuestros sentimientos pero aparece en nosotros el miedo a no ser tratados de manera recíproca. Ese miedo puede llamarse interés, porque realmente si vamos, si ayudamos es por hacer una inversión, por sacar un rédito, si no, no vamos, no ayudamos, cuando en realidad debería ser al contrario, debemos ir independientemente de las consecuencias.

Mira y busca a quien crees que te quiere, a quien crees que quiere estar a tu lado ... ¿está lejos?