El viaje de la vida
Empezar a vivir es como comenzar un viaje sin un destino concreto: no sabes si te hará buen tiempo, si será de tu agrado o no, si te quedarás con momentos inolvidables, dónde estará el final, cuándo se descansa ...
No se trata de un viaje a ninguna parte porque sabemos mas o menos cual es el camino por el que hay que ir, sabemos a donde queremos llegar pero, entre ir por el camino supuestamente correcto y llegar al fin hay muchas cosas que hacer, ver y pensar.
Coger o no el camino correcto para hacer el viaje depende de ti. Puedes llegar al destino deseado o no, tendrás días de lluvia, entrarás en caminos sin salida, tendrás que volver a empezar el camino, te equivocarás mil veces de ruta, pero, si quieres, al final llegarás a ese destino que siempre soñaste.
Es realmente difícil llegar al final sin equivocarte de ruta, por momentos sentirás que es mejor desistir de tu viaje, que no llegarás nunca a disfrutar de él, pero no, aunque te pierdas, busca de nuevo la senda que aunque parezca que ha desaparecido nunca dejó de estar ahí, simplemente te despistaste por momentos.
Por lo tanto, el paraíso es posible, pero entenderás que no está ahí, allí o más allá, el paraíso has de creártelo tu, has de hacer de tu viaje por la vida consiguiendo la gloria y alcanzando ese vergel donde la felicidad se palpa y se inspira y donde los frutos prohibidos no tienen cabida como tampoco quien te los ofrece. Ahí está la cuestión de la felicidad, querer el bien y ahuyentar el mal, apropiarse de las buenas costumbres para ser felices y desechando los malos hábitos y las malas compañías.
Para conseguir nuestros sueños y poder presumir de haber realizado ese tan ansiado viaje hay que hacer multitud de paradas, no tanto para descansar como para recapacitar. Y después de cada parada hay que emprender la marcha de forma inevitable, unas veces costará más y otras menos, dependiendo de cómo se haya pasado durante la parada. Muchas paradas nos harán pensar en la posibilidad de que nuestro viaje no irá a ninguna parte, dudaremos de su objeto, creeremos que no tiene sentido ese viaje.
Pero no, cuanto más cueste emprender nuevamente la marcha más sentido tendrá nuestro viaje, más nos sentiremos diferentes por querer llegar a conseguir ese paraíso que otros ni tan siquiera intentaron, esos otros que nunca entendieron porque no quisieron viajar, esos otros que maltrataron una vida simple para convertirla en un viaje a ninguna parte.
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