Lujuria
Está bien, todo está en orden, ..., o eso creemos.
Nos movemos por una sociedad en la que el desorden puede distorsionar en muchos casos la falsa estabilidad de quienes formamos esa sociedad. Y reconozcamos lo obvio, no somos esas personas íntegras y coherentes que parecemos ser cuando salimos de casa y vamos al trabajo, a un bar o a misa.
De puertas para afuera somos casi perfectos, presumimos de nuestra inteligencia, de nuestros actos, de nuestro buen hacer o si hace falta de nuestros demonios, pero nos vanagloriamos de ser quienes somos, para que la gente aprenda de nosotros. Posiblemente seamos aquello que todo el mundo quiere ser, somos excesivamente orgullosos y vanidosos. Creemos ser perfectos.
Pero los excesos que aparentamos en ese mundo exterior nos llevan a esos desórdenes en nuestro mundo interior. Si realmente de lo que presumimos es un papel propio de una película de cine podemos optar incluso a un premio por ello. Si por el contrario creemos realmente ser esa persona de la que presumimos sin serlo, somos lujuriosos, ineptos, incompetentes y torpes.
Efectivamente creemos ser perfectos, pero sabemos que tenemos tantas carencias, defectos o vicios como pecados capitales hay, pero nunca los reconoceremos.
Y no es que sea un exceso en demasía, es un exceso total propio de quienes no siendo nada, se apuntan sobresalientes en sus notas sin haber sido calificados por nadie, solo por ellos mismos. Excesivamente excesivas, sobre todo sexualmente, sin límites, sin pudor, quizás sin deseo, pero dejándose llevar por vicios y sueños inalcanzables impropios de una persona capaz y leal.
Y todo vale, absolutamente todo, desde el aquí y ahora hasta el todo lo que quieras, pero claro, sin tener el cuenta el sentido común, porque con él vamos a todos los sitios, hasta aquí y ahora y hasta el todo lo que quieras, pero la lujuria y la sensatez se fueron cada una por un camino diferente.
No mandas ni en ti, tus actos dependen de otras personas, tus sueños volaron, tu sueño también, necesitas derrochar, presumir, ..., dilapidar lo que te dio valor, dilapidar lo que vales, para quedarte en nada, en una persona vacía de sentimientos, de amigos y de bienes. Presumiste un tiempo, pero perdiste la vida.
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