Qué buscamos y con qué nos conformamos
El idealismo con el que vivimos nuestras posibles primeras experiencias nos hace ver nuestro futuro desde un punto bizarro en el que todo nuestros planteamientos son tan atrevidos como valientes, tan futuribles como seguros. La ilusión es bonita, pero la realidad no tanto.
Y no quiero ser quien rompa tus ilusos planes, no quiero ser quien te haga ver la realidad que quizás no quieras ver, no quiero ser quien te lleva la contraria en todo. Quiero ser, si te dejas, la voz que te haga razonar, que te haga ver la realidad, que no te haga desistir en la búsqueda de la felicidad.
Casi nadie lucha por conseguir realmente lo que quiere, siempre se cansa antes de conseguirlo. ¿Por qué? Por conformidad, nos conformamos, aceptamos sin protestar amoldándonos a lo que la conformidad hace de nosotros, acordando con el destino una vida mucho más armoniosa, con menos complicaciones, posiblemente recibiendo más que dando y esperando pacientemente a que nos toque nuestro turno de cobrar.
Las aspiraciones, que no las ambiciones, las debemos de tener siempre, en todo momento de nuestras vidas, para así llegar a ser, o al menos intentarlo, unas personas dignas, merecedoras de esa vida tan buscada, con un inconformismo propio de la adolescencia que, con esas aspiraciones, se convertirán en una adolescencia madura e incansable. La vida quiere eso de nosotros, y no se lo damos, nos cansamos antes.
De un grupo de personas inconformistas viven millones de conformadas, que dependen de las acciones de quienes quieren algo diferente en sus vidas, de quienes aspiran a crear algo mejor, un hogar, una empresa, una sociedad, un mundo, algo que les haga sentirse realizados y, en consecuencia, que millones de personas puedan ver la televisión sentados en el sofá o que puedan darse una vuelta por sus redes sociales.
Te cansaste de buscar y no protestaste por ello, te resignaste a dejar de encontrar, te conformaste y, lo que te rodea no te gusta (del todo) y podrías aspirar a algo mas, pero no quieres, así que no culpes a nadie de tus desgracias, ni a la mala suerte. La vida está ahí, pero realmente no quieres disfrutar de ella.
Una vuelta por las redes sociales y a dormir.
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