Así son las cosas

Día a día nos dedicamos a hacer las cosas de la única forma que sabemos hacerlas, a nuestra manera. Eso no quiere decir que las hagamos bien, tampoco que las hagamos mal, simplemente, como digo, las hacemos a nuestra manera.
Somos lo que hacemos y así moriremos. Con nuestros éxitos y con nuestros fracasos caminamos por nuestro sendero ignorantes en muchos casos de qué es la vida, cómo es y que nunca la podremos cambiar. Siempre habrá lo que hay, personas rubias y morenas, gordas y delgadas, con alergias y sin ellas, buenas y malas, capaces e incapaces. Dentro de eso, hay quien hace las cosas de una manera y quien las hace de otra. Para que se note que alguien hace bien las cosas, alguien las tiene que hacer mal.

Si no hacemos bien las cosas podemos aprender a hacerlas bien si nuestro ego está predispuesto a ello. No valdrán excusas del tipo "es que no lo he hecho nunca" para dejar de hacer algo. Pero para aprender no podemos tener vicios adquiridos. Cuando hablo de aprender, hablo de saber reconocer errores y entender cuál es el camino correcto o cómo se hacen bien las cosas. Una vez hecho esto, hay una vida por delante para rectificar esos errores y no volver a cometerlos. La vida no consiste en dar pasos atrás, por muy complicadas que parezcan las situaciones, la vida consiste en ir de frente sumando pasos.


Dar un paso al frente no entiende de excusas. Dar un paso al frente muestra disposición, querer hacer, muestra capacidad. Se hará un bien, nunca un mal. Cuando se da un paso hacia adelante las cosas pueden no salir como uno quiere pero, al menos, se intentó. 

Hacer "bien" las cosas no te garantiza la gratitud externa. Hacer lo que se debe hacer ha de suponer una satisfacción personal, un descanso para tu conciencia, un placer individual.
La gente te pone "buena" cara, te regala una sonrisa, te dice lo que quieres escuchar. La gente no percibe que nos damos cuenta de esa falsedad, de ese "qué bueno eres" para una vez que ya no estás delante decir lo contrario.

Caminamos por la vida molestando pero sin querer que nos molesten. Quiero decir, podemos criticar sin conocer a quien criticamos, podemos analizar, juzgar y condenar a aquellos de los que sólo conocemos, si acaso, su nombre, podemos situarnos a la cabeza de un mundo justo sin saber impartir justicia.
Casi todos elegimos un camino para ir viviendo. Algunos no eligen el camino, pero sí eligen a la persona con la que irán por ese viaje y caminarán por donde les vayan diciendo. Y absolutamente todos podemos fallar ... y todos podemos rectificar. Hemos elegido nosotros el camino o el guía, si fallamos, la culpa será nuestra, ni del camino ni del guía.
Muy rara vez entendemos la culpa como nuestra, siempre hay algo o alguien a quien echarle la culpa: que si el camino tenía baches, que si el guía fue por donde quiso, ...
Y no aprendemos. Para aprender el camino hay que hacerlo sólo, con toda la compañía del mundo, pero tomando tú tus propias decisiones, para así equivocarte y rectificar.
Meditar sobre que hicimos mal sería la mejor opción para aprender. No lo hace casi nadie y, en un momento dado, tras una leve "meditación" entendemos que el error no fue nuestro. Fue de los demás.

Ya digo, elegimos un camino pero tienes tus preferencias. Escuchas a los demás, vengan de donde vengan sus voces, escuchas cosas buenas, cosas malas, qué hacer, qué no hacer, a quién votar, a quién no votar, a quién elegir y a quién no. Y te dejas llevar, casi siempre te dejas llevar. Evidentemente te dejas llevar porque quieres, y eliges. Aunque tu personalidad no esté madurada al cien por cien, eliges qué ponerte, a quién votar, por dónde ir y a quién hacer caso. Nadie te pone un puñal en el pecho para que le sigas. Sigues a quien quieres.

¿Quién puede decir que va por el camino correcto?Ahí está el tema. Pero, al menos, hay que intentar ir por él (y con la máxima felicidad posible).

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