Reconocer el fracaso

Todos fracasamos en algún momento de nuestra vida, eso está claro, pero no todos lo entendemos como una oportunidad de aprender, una experiencia, una ocasión de darnos cuenta de que no todo saldrá como queremos, como deseamos o como nos gustaría que fuese.
Y la culpa es nuestra, quiero decir, no podemos culpar de nuestros fracasos al mundo, personas o situaciones, porque ese no es el camino y así no aprenderemos lo que conllevará que nos vuelva a pasar lo mismo de nuevo.

¿Por qué el fracaso? Básicamente porque creyendo que hacemos las cosas bien no llegamos a razonar y entender que eso es mentira, no lo hacemos bien, simplemente nos conformamos con que el tiempo pase y pueda arreglar esos flecos que se enredaron y nos molestan un poco.
¿A quién queremos impresionar? A corto plazo a muchos, a largo plazo nos daremos cuenta que a nadie. Hasta la persona que crees con una lealtad infinita hacia ti puede hartarse de tu fracaso no reconocido. Porque nos empeñamos en continuar con nuestros fallos y descalabros hasta que formen parte de nuestra vida cotidiana, y ahí está el fracaso.


Porque el que sabe qué quiere conseguir y hasta dónde debe llegar de manera más que probable también sabrá que habrá dificultades y cuando aparezcan es cuando tiene que actuar, y fallará, pero no por ello debe dejar de querer llegar hasta donde se propuso llegar, porque ya sabrá donde falló y posiblemente no volverá a cometer ese error.
Una culpa que nos trastorna siempre es nuestra, incluso cuando alguien falla y nos perturba hemos de reconocer que le dimos la confianza para que actuase en nuestro nombre, por lo tanto el fallo fue nuestro.

Para aprender hay que reconocer primero el fallo, no hacerlo implica una absoluta pero falsa prepotencia, porque ya digo, los fallos nunca son de los demás. Dejar al azar tu evolución y culpar a los demás de tus fracasos demostrará qué tipo de persona eres, esa que cuando crea ir bien abrirá los brazos creyendo dominar el mundo y cuando vaya mal despotricará de ese mismo mundo.
Sin fracaso no hay humildad y sin humildad no hay éxito.

No mires siempre a tu alrededor para encontrar respuestas o para encontrar razones. No te dejes llevar, no seas quien no eres, intenta ser quien eres, intenta pensar, ordenando ideas y conceptos para llegar a una conclusión, tuya, sensata y coherente, pero con tus razones.

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