Mi soliloquio

Con el paso del tiempo uno empieza a madurar, unos antes que otros por multitud de circunstancias. La madurez no aparece de la noche a la mañana, la madurez no entiende del experto que te crees ser porque crees que por tenerla puedes dar consejos a alguien de algo de lo que no tienes ni puñetera idea, pero te crees maduro y por eso aconsejas.
En muchos casos, cuanto más tiempo pasa más te das cuenta de que cada vez menos personas te entienden, esas personas que llegan a un punto de su vida en el que creen que todo está hecho y no piensan, no quieren entender o no aspiran a nada, sin ser expertos en algo o sin que su madurez le haya aconsejado retirarse del entendimiento o de las motivaciones.

Uno puede luchar contra la ausencia de motivaciones en tu exterior, uno puede intentar detener esas desmotivaciones para crecer pero en muchísimas ocasiones los motivos para agarrarte a una vida colectiva y social se antojan cada vez más difíciles.



Por eso decido caminar sólo, intentar buscar las explicaciones oportunas en cada momento, entenderme y entender que la vida es así, que la gente no es como yo quiero que sea aunque haya un sólo camino y no todo el mundo circula por él, que la vida es algo más que escuchar a las personas decir necedades propias del ser humano común, del que no le cuesta ser uno más.
Que no buscamos en el interior qué hacer o qué decir. Decimos lo primero que se nos viene sin pensar en qué decimos y qué consecuencias puede tener, sólo nos preocupa tener sueño esta noche para poder dormir.

Me quedaré con los que valen para una charla, para una comida o para una fiesta, para convivir o para hacer deporte, me quedaré con los que valen, que algunos hay.

A pocos y malos entendedores, menos palabras gasto.

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