Nadie hablará de nosotros ...

... cuando hayamos muerto.

Eso es lógico a no ser que hagamos algo en vida que haga que seamos algo o alguien en quien la sociedad  o simplemente los hijos de los hijos de tus hijos se acuerden de alguna manera de ti.
De acuerdo, es lógico, pero ... ¿y en vida?
Personalmente no quiero que hable de mi quien no me conoce ni quien cree conocerme. Evidentemente hablará pero jugando siempre con la verdad, o más bien con la mentira, de creer que habla objetivamente de alguien a quien no conoce y del que no sabe ni a qué hora se levanta, si trabaja o no o si rectifica cuando se equivoca.


Las personas mostramos, quizás sin darnos cuenta, de cuál es el lado que queremos mostrar a la sociedad y no es otro que lo que realmente somos si mostramos siempre lo mismo, amables, vagos, antipáticos, leales, payasos, serios, ..., porque uno no puede tener cualquiera de estos adjetivos continuamente, no podemos mostrar objetividad cuando en muchas cuestiones somos completamente subjetivos.
Hoy hablo de la gente pero no me gusta que de mi digan algo. Quiero mostrar empatía cuando me importa un pimiento lo que le pase a la gente, quiero que me vean como si fuera como no soy.

Por tanto, si nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto tampoco quiero que lo hagan en vida si no conocemos de qué o de quién estamos hablando. Igualmente si hablo de mi, debo decir la verdad, no maquillar con comentarios propios, tapando la verdadera cara que tengo, no puedo decir astutamente lo que quiero que sepan de mi, aún siendo mentira.

"Un instante más y habrás olvidado todo; otro, y todos te habrán olvidado". (Marco Aurelio)

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