Juzgar con las palabras de otro ...

Nacionalmente conocido es aquello de "... es que me dijeron ..." o " ... eso decían ..." para juzgar a personas que ni tan siquiera conocemos, personas con las que nunca hemos hablado y, sin embargo, nos atrevemos a describirlas como si de un "gran" amigo se tratase.


No hace falta que nos sirva un comentario oído para con ello explicar lo que nuestros ojos no vieron. Somos tan simples que incluso damos una veracidad absoluta a aquello que podemos escuchar en televisión o radio, sólo por el simple hecho de donde viene esa noticia.

No contrastamos, no verificamos, nos basta con seguir ese absurdo hilo conductor de infamias vertidas sobre cualquier ser humano. Claro ejemplo de todo esto son las redes sociales, donde vuelan los bulos a la mismísima velocidad de la luz, haciendo oídos sordos a esa vocecita que alguna vez nos aconseja que ese no es el camino, que todo eso carece de sentido común.

Pero enjuiciamos, nombramos a personas sin conocerlas, osamos describirlas e incluso pensamos por ellas con aquello de "... no sabe ni lo que dice ..." o "... si es que tiene cara de mala persona ..."
Todo porque nos contaron que dijo algo que no gustó a otra persona. A otra persona a la que sí conocemos y de la que podríamos opinar si realmente fuéramos coherentes. Una cualidad, la coherencia, que desapareció de nuestra filosofía el mismo día que empezamos a hacer caso a esos comentarios que circulan diariamente por todos lados.

Queremos presumir, queremos saber de todo, queremos querer pero somos la antítesis de nosotros mismos.

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