Invertir la inteligencia
A cada uno de nosotros la naturaleza nos ha obsequiado con la facultad de conocer, analizar y comprender las cosas de la vida, así como de tener habilidad, destreza y experiencia en la misma para que esa facultad se despliegue en su mayor medida.
Al decir invertir la inteligencia no hablo de darle la vuelta, que es lo que la mayoría de la gente hace, por cualquier motivo, con cualquier excusa. Convertimos el Islam en yihad, al musulmán en terrorista y dependiendo de dónde nos hayamos criado, al vasco en etarra. Estos días en los que el miedo se apodera de cada uno de los habitantes de Europa, donde todos nos creemos objetivo prioritario de los yihadistas, habría que dar un paso al frente, al menos por nuestros hijos, y dejar de ser el centro del universo. Podríamos encerrarnos en nuestras casas y vivir a partir de ahora en un campo de refugiados centralizado en cada uno de nuestros hogares. Así no.
Hay que analizar y comprender y tras ello ser coherente. Intentar dominar a la razón para que la misma nos lleve al entendimiento y dejar de temer, sobre todo, cuando no hay que temer.
Pues en la definición de inteligencia está su extinción, quiero decir, ¿quién analiza y comprende sus conocimientos? Entonces, ¿carecemos de inteligencia? Podría decirse que no pero también podríamos decir que tampoco invertimos en ella. Es como aquello que posees pero no lo usas ni quieres desprenderte del ello, aquello de que ni comes ni dejas comer, tratándose de ti mismo.
¿Locos? ¿Incoherentes? ¿Insensatos? ¿Tontos? ¿Ignorantes? En todos los sitios los hay, quizás en tu familia hay más de uno y no por ello lo pondrías de terrorista.
La culpa de la época que estamos viviendo es sólo nuestra. Empezó aquel día en el que todo empezó a darnos igual, ese momento en el que nuestra responsabilidad desapareció para darle la bienvenida a los derechos y libertades y renunciar a los deberes, a las obligaciones como persona.
¿Por qué pasó? Porque no somos inteligentes, porque desistimos de empatizar con el semejante sea cual sea su color de piel, vestimenta o religión.
Nos volvimos clasistas sea cual fuere nuestra clase. Nuestro afán de impresionar a los demás, sobre todo materialmente, nos hizo huir de la razón, la sensibilidad y la objetividad en la vida, en la sociedad o en las relaciones personales.
Y como no, aparecieron las redes sociales. Esos sitios donde mostrarnos al mundo como no somos. Allí donde hacer circular un rumor, con fotos, es demasiado fácil. ¿100 amigos? Mentira. Pero nos gusta presumir de los "amigos" de facebook, esos que, como mucho, te ayudarán continuando con el envío de tu foto pidiendo ayuda mediante una cadena absurda.
No queremos ser inteligentes, por desgracia, pero eso sí, presumimos de serlo a la mínima oportunidad. Si usásemos nuestra inteligencia, todo sería distinto.
Si te adoras sólo a ti, da ejemplo de tu grandeza. Si no, aprende de los demás y da las gracias.
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