Una persona, un matiz
Las personas o nos caen bien o nos caen mal, no solemos tener un término medio a la hora de valorar a una persona por lo que la mayoría de las veces no vemos sus aptitudes y sólo vemos sus ineptitudes. Como la subjetividad hace tiempo que se adueñó del ser humano, lo malo es malo y lo bueno ... hay que matizarlo.
Llegamos al entendimiento de que nada de lo que haga una persona hará cambiar nuestra opinión con respecto a ella. Evidentemente estamos equivocados, sobre todo por aquellas personas que para nosotros son "sagradas" y no vemos más allá de su errónea belleza personal.
Sí, la relatividad con la que vivimos, aprendemos o creemos nos hace necios, nos hace no ver las carencias de los nuestros y las virtudes de los demás. Ni los nuestros son tan "buenos" ni los demás tan "malos", ni yo mismo tengo la razón que yo me empeño en tener.
La lealtad es una cosa, la objetividad otra y el razonamiento otra bien distinta.
Podemos, con honor, dar la fidelidad que una persona, a la que queremos, merece, podemos otorgarle siempre el beneficio de la duda y también podemos besar el suelo que pisa, pero ... podemos entender también que esa persona puede errar, puede demostrarnos que puede llegar a ser otra persona diferente a la que le debemos lealtad sin que por ello tengamos que dejar de reconocer sus virtudes.
Exactamente lo mismo ocurre al contrario.
A las personas que no son de nuestro agrado y que por nuestra parcialidad nunca podrán complacernos les negamos el beneficio de la duda, les negamos poder cualquier día reconocerles las capacidades que han podido tener en diferentes situaciones para hacer el bien porque nunca nos cayeron bien y como somos el juez supremo de nuestra pobre vida, le sentenciamos a ser una persona inepta o incapaz el resto de nuestra vida.
Quizás sea como la lluvia. Hay a quien le gusta y a quien no, hay a quien le viene bien y a quien le viene mal. Estemos en el lado que estemos, hay que entender al del otro lado.
Si somos de unos no podemos ser de otros, somos tan insignificantes que si somos de un equipo cualquiera, el contrario, automáticamente, es "malo". Mis hijos, los mejores del mundo, si hacen algo mal siempre será culpa de los demás, nunca de mis hijos, que ya digo, son los mejores del mundo.
Sí, la relatividad con la que vivimos, aprendemos o creemos nos hace necios, nos hace no ver las carencias de los nuestros y las virtudes de los demás. Ni los nuestros son tan "buenos" ni los demás tan "malos", ni yo mismo tengo la razón que yo me empeño en tener.
La lealtad es una cosa, la objetividad otra y el razonamiento otra bien distinta.
Podemos, con honor, dar la fidelidad que una persona, a la que queremos, merece, podemos otorgarle siempre el beneficio de la duda y también podemos besar el suelo que pisa, pero ... podemos entender también que esa persona puede errar, puede demostrarnos que puede llegar a ser otra persona diferente a la que le debemos lealtad sin que por ello tengamos que dejar de reconocer sus virtudes.
Exactamente lo mismo ocurre al contrario.
A las personas que no son de nuestro agrado y que por nuestra parcialidad nunca podrán complacernos les negamos el beneficio de la duda, les negamos poder cualquier día reconocerles las capacidades que han podido tener en diferentes situaciones para hacer el bien porque nunca nos cayeron bien y como somos el juez supremo de nuestra pobre vida, le sentenciamos a ser una persona inepta o incapaz el resto de nuestra vida.
Quizás sea como la lluvia. Hay a quien le gusta y a quien no, hay a quien le viene bien y a quien le viene mal. Estemos en el lado que estemos, hay que entender al del otro lado.
Si somos de unos no podemos ser de otros, somos tan insignificantes que si somos de un equipo cualquiera, el contrario, automáticamente, es "malo". Mis hijos, los mejores del mundo, si hacen algo mal siempre será culpa de los demás, nunca de mis hijos, que ya digo, son los mejores del mundo.
Todo el mundo tiene sus razones para pensar de una manera u otra, todo el mundo anhela el bien, eso está claro, pero muchas personas buscan el bien pisoteando a otras o utilizando el mal, el propio o el ajeno, todo por la consecución del "bien".
Cada persona tiene al menos un rasgo que la diferencia del resto del mundo. Un rasgo físico, un rasgo intelectual, un rasgo que le da un carácter especial. Esa distinción puede ser buena o mala o podemos ver esa diferencia como buena o no tan buena. Ese matiz que esa persona posee se ha de entender positivamente, aunque nos duela, aunque vaya en nuestra contra.
Alabaremos a aquellas personas dignas de ser alabadas. Pueden no ser de nuestro gusto, pueden ser contrarias a nuestros deseos, pero no por ello debemos dejar de elogiar sus virtudes.
Cada persona tiene al menos un rasgo que la diferencia del resto del mundo. Un rasgo físico, un rasgo intelectual, un rasgo que le da un carácter especial. Esa distinción puede ser buena o mala o podemos ver esa diferencia como buena o no tan buena. Ese matiz que esa persona posee se ha de entender positivamente, aunque nos duela, aunque vaya en nuestra contra.
Alabaremos a aquellas personas dignas de ser alabadas. Pueden no ser de nuestro gusto, pueden ser contrarias a nuestros deseos, pero no por ello debemos dejar de elogiar sus virtudes.
Me encantó. Tienes muchísima razón. Por eso suelo tratar con amabilidad a todos. Invluso las personas que son más hurañas llegan a ser muy sensibles.
ResponderEliminarLas personas somos seres llenos de msrices. Lo que se muestra no es la única manera de ser.
A mí también me encantó. Lo difícil es entender que hay otra manera de ser... Saludos
ResponderEliminarQue excelente esta esto, deberia ser leido por todos, para comprender mas el contexto general de los convencionalismos sociales o bien de las relaciones publicas. La cuestion es que uno como ser social tiende a encasillar a las personas segun su comportamiento o personalidad... pero en esta vida, llena de situaciones y situaciones que no dejan de pasar, son considerablemente entendibles los matices que nuestro projimo pueda tener, en el mundo practicamente infinito de posibilidades en el que vivimos.
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