Programar las Desgracias
Cuando basamos nuestra vida en la muestra constante de pena e incapacidad parra que los demás hagan por nuestra cuenta un trabajo que para nosotros es irrealizable, estamos atrayendo la mala suerte, el destino indeseable y un malestar constante.
Cuando no hacemos daño a nadie no tenemos que renunciar a disfrutar de ciertos placeres. La vida nos brinda las adversidades que demostrarán qué tipo de personas somos. Las alegrías, por el contrario, hay que buscarlas para disfrutarlas.
Según seamos nos fijamos en determinadas personalidades para adaptarlas a nuestra persona. Dibujamos una vida llena de contratiempos e infidelidades para perseverar en la desgracia propia. Frases como "no me sale nada bien", "con la suerte que tengo ...", o "ya verás como me sale mal" sólo demuestran nuestro propósito en la vida, el de programar las desgracias.
Nos quejamos por quejarnos, atraemos queriendo las adversidades, situándonos en el lado de la amargura. ¿Por qué? Muy fácil, hemos elegido ese camino, nadie nos lo ha impuesto.
En determinados momentos de nuestra vida hemos de sacar a relucir aquellas pautas que nos hacen ser nosotros mismos. Demostramos así que estamos muy vivos (o esperando la muerte), que somos nosotros, con nuestras virtudes o con nuestros defectos, defectos que aceptamos irremediablemente porque entendemos que no tenemos valores que mostrar para ayudarnos a nosotros mismos y a la gente. Pedimos una inusual forma de ser queridos, pedimos ser respetados por ser como somos.
No deberíamos vivir para gustar a todo el mundo. Quien quiera intentar agradar a todos se equivoca, lo puede intentar, pero está dejando de ser esa persona que se gusta a sí misma y que no depende del aplauso ajeno para sentirse bien. Pero al menos deberíamos vivir para ser felices sin tener en cuenta absolutamente a nadie.
Somos lo que somos, aunque nos maquillemos para ir a algún sitio no dejamos de ser nosotros, aunque nos disfracemos no dejamos de ser nosotros. Somos esa persona desnuda que no utiliza ninguna estética para camuflarse e integrarse, que desnuda se mira al espejo después de una ducha y que se autocalifica, esos somos, sin trampas.
Cuando no hacemos daño a nadie no tenemos que renunciar a disfrutar de ciertos placeres. La vida nos brinda las adversidades que demostrarán qué tipo de personas somos. Las alegrías, por el contrario, hay que buscarlas para disfrutarlas.
Según seamos nos fijamos en determinadas personalidades para adaptarlas a nuestra persona. Dibujamos una vida llena de contratiempos e infidelidades para perseverar en la desgracia propia. Frases como "no me sale nada bien", "con la suerte que tengo ...", o "ya verás como me sale mal" sólo demuestran nuestro propósito en la vida, el de programar las desgracias.
Nos quejamos por quejarnos, atraemos queriendo las adversidades, situándonos en el lado de la amargura. ¿Por qué? Muy fácil, hemos elegido ese camino, nadie nos lo ha impuesto.
¿Por qué ansiamos ser una persona desgraciada? No sé, supongo que entendemos que ese rol nos acercará al lado bueno de las personas y nos sacarán siempre de las situaciones comprometidas y no metiéndonos en problemas.
El fallo de las personas es precisamente que dejamos ser o que, aceptando un cambio en nuestra persona, aceptamos normalmente el caminar hacia atrás. Creo que nunca un camino se hizo para ir hacia atrás y nunca una adversidad fue un impedimento de superación para las personas alegres y positivas.
Programar las desgracias es de perdedores vacíos de sentido, por el contrario, programar las alegrías es de sentido común.
Programar las desgracias es de perdedores vacíos de sentido, por el contrario, programar las alegrías es de sentido común.
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