La pretensión del inocente
Las aspiraciones de toda persona deberían pasar por el único deseo de ser feliz, independientemente de quién sea tu pareja (o no), cuántos hijos tengas, en qué trabajes (o no) o la importancia que le des al dinero. Todo ello pasando por un mínimo de cordura y sensatez que haga que le demos a cada cosa el valor auténtico, ese que haga que sepamos distinguir entre lo bueno y lo malo, entre la verdad y la mentira, entre el valor y la cobardía.
¿Qué buscamos? ¿A dónde queremos llegar?
Todo el mundo es libre de ir por donde quiera ir, de elegir con quién ir. Unos enseñan y otros aprenden. Aprender de quien no enseña bien no nos llevará por buen camino, eso es seguro. ¿Quién pueda enseñar? Claramente quien no se deje llevar por sí mismo, quien sepa, aunque no lo haya recorrido, cuál es el camino. Quien se basa en sus malas experiencias para demostrar que por ahí no hay que ir estará dejando de enseñar que hay que experimentar para darte cuenta de que lo que te dijeron era cierto o no.
Todo el mundo ha de aprender, pero no todo el mundo enseña.
La gente, por lo general, actúa con maldad. Vale, es una forma rápida de decirlo pero básicamente es así. Evidentemente hay muchas formas de actuar con maldad, desde pensar en ti primero cuando se trata de hacer un bien a alguien hasta dar un paso hacia atrás cuando debes de estar y de ser esa persona que de un paso adelante. No es que el valiente sea bueno, es que el cobarde es malo cuando se esconde detrás de ese amilanamiento para no hacer algo.
¿Qué es la maldad? La maldad propiamente dicha está clara, vemos malos gestos, malas acciones, malos deseos, vemos todo aquello que claramente se puede definir como maldad.
Pero claro, el interés, el abandono, la inacción de cualquier persona se podría entender como maldad porque las intenciones de quien actúa de esas maneras pueden entenderse como algo malvado, puesto que la dejadez, cuando se sabe que se podría hacer mejor, pero no se quiere, es maldad.
El inocente no actúa con maldad mientras el mundo no le demuestra que con la inocencia no se va a ninguna parte, y es una pena. El inocente, inocuo y sencillo en sus pretensiones, acude siempre que se le llama, aporta todo cuanto sabe, da un paso adelante, se muestra aun sabiendo que puede perder. Su conciencia le dará tranquilidad porque hizo cuanto pudo, avanzó mientras se podía, estuvo cuando debía. Y nunca debería dejar de ser inocente por culpa de personas que los utilizan y cuyas pretensiones siempre llevan un interés aun cuando muestran esa nobleza de la que carecen.
Porque podríamos ser siempre niños ...
Comentarios
Publicar un comentario