Llegué, vi y callé

Pecamos cuando hablamos más de la cuenta, cuando hablamos sin saber realmente qué decimos, cuando hablamos por cuenta de otro que no nos ha autorizado, hablamos por hablar ...

El morbo que a veces encubre ser de los primeros en saber algo que nunca nos servirá para dar de comer a nuestros hijos o para pagar nuestra hipoteca nos hace estar inquietos por ese vicio de querer saber, saber sin necesidad, saber ocupando lugar, queremos saber pero que no se sepa de nosotros.


No se trata de vencer en el sentido de saber más que nadie, se trata de callar para ser dueños, para ser leales, para tener el hermetismo propio de esa persona en la que alguien confió algo, algo como una idea, un sentimiento, una pasión, un sueño ... algo invencible sólo vencible por la deslealtad o la mentira.
Por tal hay que rodearse sólo de aquellas personas que de alguna manera nos quieren si el cariño nos hizo unirnos, aquellas que nos respetan si el respeto nos ganamos, aquellas personas que siempre estuvieron, aquellas en las que confiamos ciegamente, aquellas por las que somos, por las que llegamos, por las que vimos y por las que callamos cuando tuvimos que hacerlo.

No me iré señalando, no me iré resentido, no me iré sólo, me iré con los leales, con los que amé y me amaron ...

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