Reencontrarse a uno mismo

Si pensamos en nosotros, ¿cómo nos definiríamos?
¿Y si pensásemos en nosotros hace dos años, o diez, o quince ...?

Supongo que muchos de nosotros no se ven reflejados ahora cuando miran hacia atrás y ven cómo éramos hace unos años. Quizás reíamos más, quizás éramos más solidarios, posiblemente más positivos y muy posiblemente más activo. Más activo en el sentido de actuar, de obrar, de no conformarse con las cosas injustas, de replicar, de entender que la mayoría de las cosas son de una manera y es cómo hay que hacerlas, de esa manera.


Puede ser que hayamos perdido parte de nuestra personalidad por aquello de convencernos de que somos algo más viejos pero, un viejo se puede volver más sabio y nunca más conforme. Tolerar las injusticias hacia uno mismo puede ser la manera más fácil de perder la personalidad, de dejar de entender las realidades, de hacer fácil todo lo difícil para no complicarnos la existencia: ¿pedir perdón cuando la culpa no es mía? Pues lo pido. ¿Fingir mi alegría? La finjo ...

Hemos perdido nuestro auténtico yo, hemos desistido en el intento de hacer las cosas bien, ya todo nos da igual, hemos elegido mal y no lo reconocemos, simplemente, nos conformamos.

¿Por qué? La manera más cobarde de un ser humano de dejar de serlo es perder la razón, perder la solidaridad, perderse a uno mismo.
Creemos que no se notará nuestra falta de raciocinio, pensamos que pasaremos inadvertidos para muchos, incluso para más que muchos, para casi todos menos uno: yo.

Sólo seré aquello que quiera ser, que desee ser. Si los demás me manejan dejaré de desear, dejaré de querer ser.

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