Libertad o Ficción

Se presupone en la sociedad en la que vivimos, pero disfrutar del derecho a la libertad en su totalidad se antoja más que complicado. Desde tu pareja, tus padres, tus hijos, tus amigos hasta tú ser nos privan de la libertad que tan bonita es.

La libertad no es sólo un derecho que consiste en obrar o no en función de la inteligencia y antojo, es decir, hacer lo que nos dé la gana cuando nos dé la gana siempre y cuando haya respeto o no haya maldad. Evidentemente hemos de pensar en los demás, en las consecuencias que nuestros actos tendrán en los demás entendiendo que, por encima de todo, estamos nosotros.
Poder ayudar sin perjudicarme es lo ideal. Podemos sacrificarnos en determinados momentos en favor del prójimo.

Si queremos disfrutar de la ansiada libertad tenemos que, ante todo, darla. Darla significa respetar todo lo que la gente diga o haga y entenderlo, entender que sus razones tendrá para decir o hacer.


Cuando escuchamos comentarios, en teoría hirientes, no demuestra más que la libertad de esa persona de poder decirlo sin temor a ser castigada por ello. El castigo, si viniera, si sería una falta de libertad. He aquí la cuestión. Nunca una aparente falta de libertad debe ser motivo para que una boca libre deje de decir.
En ocasiones, la libertad se puede confundir con la falta de respeto porque decir lo que uno piensa conlleva a veces una posible humillación a otro lo que podría perjudicar incoherentemente tu libertad.

La libertad, tan compleja como sencilla, seduce al inteligente y repele al conforme, apelando ambos a la dificultad de la vida para emprender su propio camino. Pero la dificultad o la sencillez se la damos nosotros, o nos complicamos la vida o nos la hacemos más fácil, problemas irresolubles aparte.
Esa es la realidad, mostrar abiertamente nuestra libertad demuestra que nadie es quien parece ser, que no se trata de ir en contra aunque algunos lo crean, que si todos respetásemos las opiniones de todos este mundo sería más bonito. Pero es imposible.

Con el simple hecho de que una opinión verdadera vaya en nuestra contra sentenciamos a quien la ha dicho a cadena perpetua de deslealtad. No dejamos a esa persona ser libre, le condenamos a una pena por el simple hecho de que fue libre y no nos gustó lo que dijo.

Independencia, toros, fanatismo, ..., seamos libres.

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