La Complicidad de lo Absurdo

Hablar no está mal, incluso cuando se hace más de la cuenta si lo que se dice es la pura verdad. Lo que está mal es hablar sin propiedad, sin saber qué se dice, sabiendo que opinamos sin saber qué estamos hablando o de quién estamos hablando.
Al igual que la naturaleza no le hizo un favor a determinadas personas a las que les dio las manos, a otras tampoco cuando les dio la lengua (acompañada de un cerebro). La excusa más barata que pueden utilizar estas últimas es "es que me lo dijeron".
Si el raciocinio fuera parte nuestra, estaríamos obligados a callar cuando no podemos corroborar, a tragar cuando haya la más mínima posibilidad de cometer un error o de prometer lo que no podemos cumplir.
Lo opuesto a la razón, es decir, lo absurdo, se presenta ante nosotros como todo aquello que se puede evitar tras un leve pensamiento: lo digo o no lo digo, lo hago o no lo hago.


Cuando sabemos que la razón no está del lado en el que estamos nosotros y la defendemos, somos cómplices de esa sinrazón que nunca dejará de serlo.
Normalmente defendemos a nuestros seres queridos hagan lo que hagan o digan lo que digan. No sé, pero debe haber un sentido protector en los genes que nos haga proteger hasta el infinito a esas personas que consideramos intocables sólo por el hecho de tener un parentesco con ellos. ¿Correcto? Evidentemente no, cuando se equivoca alguien, sea quien sea, estará equivocado y no puedo darle la razón.

Y por hablar que no quede, porque no cuesta nada y como mucho tendríamos que rectificar. Caso aparte es cuando tenemos que arrimar el hombro y ser solidarios en cualquier momento, eso cuesta y para eso hablaremos con propiedad para decir "... es que ... no puedo".

Por lo tanto, como hablar es gratis, deberíamos de pararnos unos instantes a la hora de empezar a hacerlo porque podemos no decir la verdad, podemos herir sensibilidades, podemos manipular y en definitiva podemos hablar sin realmente saber qué decimos.

Mucho peor es, sabiendo lo que decimos, decirlo buscando hacer daño. sin tener en cuenta las debilidades de cada persona, sin tener en cuenta que mañana me puede tocar a mí.
Así pues, ser cómplices de lo absurdo es estar opuestos a la razón y lo absurdo no es llevar la contraria, lo absurdo es seguir contrarios a la razón sabiendo lo que estamos haciendo.

Comentarios

Entradas populares