Derechos y Obligaciones

Pobre sociedad que mira constantemente a los derechos y nunca a las obligaciones o deberes, pobre de ella. Pobre la persona que forma parte y se identifica con esa sociedad. 
Para qué decir lo contrario, las personas hemos de defender nuestros derechos como si la vida se nos fuera en ello pero, tan importante como defender nuestros derechos es cumplir con nuestras obligaciones. Esos son nuestros deberes, reclamar nuestros derechos y cumplir con las obligaciones.
Nunca alguien que quiso tener derechos se los ganó sin despeinarse, nunca un silencio fue el arma para defender lo que es tuyo, nunca la paz se consiguió sin una lucha. Pero sólo las personas que cumplieron con sus obligaciones fueron las que pudieron dar ejemplo y conseguir sus derechos.

Entonces, para creernos merecedores de nuestros derechos tenemos antes que cumplir con nuestras obligaciones y así poder exigir. Nunca lo contrario.
Queremos que se nos tenga en cuenta cuando nosotros nunca tenemos en cuenta a nadie, queremos que cuiden de nosotros cuando nunca cuidamos de nadie, queremos que nos quieran cuando no queremos, queremos que nos den cuando no damos.
Queremos amor sin amar, queremos ayuda sin que nosotros la demos, queremos estar desde lejos, queremos la cercanía cuando huimos de todo.


Ansiamos la libertad, el que nos dejen ser como nos dé la gana, ansiamos poder hacer todo aquello que queramos hacer sin tener que darle explicaciones a nadie, ansiamos la facilidad de un mundo vacío de responsabilidades. Evidentemente eso no es libertad, eso no es ganar los derechos que nos pertenecen, eso es deambular por la vida sin molestar y sin que nos molesten, Eso no es vivir.
Entendiendo que lo justo no es sólo que todo nos venga bien, tenemos que asimilar que nuestros actos tienen consecuencias, buenas y malas. Una reflexión tras cada acto nos dirá si hicimos bien o no. Posiblemente, recapacitar debe ser una obligación para todos aquellos que toman decisiones, y quizás un derecho para el que nunca las toma.

Nos creemos merecedores de una invitación y olvidamos hacer algo para que nos inviten.
Todos creemos que los "malos" son los otros, nunca nosotros, pero hay situaciones, hay momentos en los que la objetividad nos muestra el lado bueno de las personas y, por desgracia, el lado malo.
Cuando hemos de entender que un sacrificio nuestro, por mucho que nos cueste, ayudará a personas queridas por nosotros, no se ha de mirar nuestra abnegación por el bien de esa persona. Si tras valorar que esa privación de nuestro bienestar durante un tiempo para favorecer a alguien que merece la pena, por ejemplo nuestro padre o nuestra madre, entendemos que no es una obligación nuestra (ni un derecho de la persona a atender) y llegamos a la conclusión de que nosotros estamos antes que ese posible sacrificio, algo se ha hecho mal y si no recapacitamos, realmente, somos malas personas por no entender qué es la vida y dónde están nuestros derechos y nuestros deberes (u obligaciones). Nunca un derecho nuestro puede ir en contra de la libertad de ser o de estar, nunca un derecho nuestro irá en contra de nuestras obligaciones como persona, como marido, como hijo, como padre, como ser humano.

Nuestra obligación es luchar por nuestros derechos, por todo aquello que nos haga ser mejores personas. Nuestros derechos valdrán cuando sintamos que cumplimos con nuestras obligaciones, no antes. Si me sacrifiqué, tengo derecho a ser feliz, sin remordimientos.

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