Cuando se deja de ser

Si realmente queremos tener una vida llena de amor y felicidad hemos de sembrar en busca de ello y por ello amar desinteresadamente e intentar, al menos, dar felicidad a quienes necesiten de ella.
Hemos de saber que hay poca gente alrededor de nuestra vida en quienes confiar, personas a las que no hace falta preguntar si pueden hacer algo por nosotros, personas que sabemos cómo van a actuar cuando nos hagan falta. Esas personas, amigos o familia, son parte de nosotros, son extensiones de nuestro ser a las que acudir cuando necesitemos de ellos. Y estarán, seguro.
Una pareja, un "amigo", un hermano, ..., personas que pueden significar mucho pero que si no lo demuestran, pueden estar vacías. Porque que te quieran hay que ganárselo, al igual que la confianza en que estarás cuando hagas falta, y aunque los caminos puedan ser diferentes, el punto de encuentro será el mismo. Hay momentos en la vida en los que esas personas en las que confías y que sabes que nunca te fallarán están lejos, muy lejos en ocasiones, pero llegado el momento en el que han de aparecer, aparecen, sin dudas, sin excusas, y estarán para todo aquello que necesites.

Cuando un amigo deja de ser ese amigo en el que siempre confiaste, aparte de darte cuenta de que nunca fue amigo, demuestra que la amistad que no hubo no fue desinteresada. Probablemente fue tu "amigo" por algo que quiso y no porque no quisiera nada. Durante nuestro camino, van apareciendo multitud de amigos que se van quedando de manera constante a un lado quedando sólo el saludo de rigor entre nosotros, porque un "hasta luego" simboliza el vacío de sinceridad de cualquier relación.


Cuando un familiar deja de ser aquello que significa ser un familiar, porque un familiar, y me refiero a un familiar muy directo, debe acudir siempre, más incluso que un amigo, o no, se le presupone disposición y amor, se cuenta con ese familiar sin que haya una petición de cualquier clase. Pero alegre o lamentablemente, dentro de cada persona hay una forma de ser, una forma de actuar, un carisma que le hace ser, cuando menos, único en sus formas. Nos congratularemos cuando ese familiar directo sea como ese hermano que siempre quisiste tener, cercano, dispuesto, capacitado para ejercer sobre ti esa protección que ayuda a tus defensas, que te haga fuerte, que te haga feliz. Pero por desgracia, cuando lamentablemente nuestro familiar directo, más que un padre o un hermano, sea alguien que conocemos en la distancia, habremos perdido la mejor ocasión de tener a alguien en la vida de quien presumir por ser quien es.

Por lo tanto, las palabras hermano o amigo, alejadas de toda consanguinidad, no suponen nada si no son demostradas cada día, generosa y altruistamente, haciéndote ver que la vida, alejada de las envidias propias de la sociedad, necesita que tengamos a alguien, alguien de verdad, alguien que sea constantemente esa persona que nos falta para ser nosotros mismos de una forma plena.
Y sí, aunque la vida te dé un hermano o una hermana, no hay nada más bonito que sentirte acompañado con lealtad de quien quieres, de quien has elegido, porque así se lo ha merecido, que sea tu hermano o tu hermana, independientemente de la consanguinidad que te una o no a esa persona.

Tener la suerte de elegir a un hermano es de las formas más bonitas de sentirte acompañado en tu vida. Y con uno nos basta, pero si son dos, mejor.

Comentarios

Entradas populares