Alguien a quien amar
La vida me enseña todos los días lo falsa y aparente que es, nada es verdad, todo parece, nadie sabe con quién anda y con esa inútil armonía nos vamos todos los días a la cama para levantarnos al día siguiente y empezar un nuevo y simple día.
Trabajamos, sudamos, corremos, cobramos, gastamos, hablamos, creemos, saltamos, ... para lograr nuestra recompensa que no es otra que seguir vagabundeando por nuestra vida esperando nada, ni amor, ni suerte, ni lealtad.
Nos emparejamos por la novedad del momento adolescente dejándonos llevar por los nuevos sentimientos
propios de la edad pero, cuando pasan no muchos años, todo se vuelve monótono y conforme y sólo las personas valientes e inquietas son las que buscan más allá de los años sentirse adolescentes para no dejar de sentir y de inventar.
Necesitamos amar, sentir, ser y estar para que nuestra vida se convierta constantemente en un motivo básico de la vida, un motivo para vivir, para sentir, para amar y cuando menos creernos que somos, que sentimos, que existen días en los que los problemas no son y los motivos sí, que todo es relativo y que sólo nuestra vida merece la pena más allá de hipotecas, de dioses, de primas de riesgo o de índices bursátiles, porque nuestra vida es lo único que nos identificará ante todo y sólo la nuestra y no la de los demás, por muy importantes que sean, nos hará ser felices y sólo necesitamos alguien para amar, aunque sea a uno mismo, porque nadie merece la pena más que uno mismo.
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