Tomar la Iniciativa

El problema de nuestra sociedad vacía de valores es precisamente que cuando se necesita de un mínimo valor aparece esa indecisión propia de cobardes que tiene contaminada la capacidad de cada individuo de dar un paso al frente.

¿Cuándo llega este momento?

Como todo aquello que se hace por propia decisión no necesita de permisos ajenos e innecesarios, nuestra conciencia, si la hubiere, nos dicta cuándo es el momento en el que hay que dar un paso al frente.

No necesitamos compartir responsabilidades, no necesitamos autorizaciones ni consentimientos de nadie, absolutamente de nadie (quien nos quiere, nos apoya), no necesitamos que nadie nos diga qué tenemos que hacer o cuándo hacerlo. Cuando tomamos la responsabilidad de hacer algo, lo haremos con todas las consecuencias, buscando el bien ajeno y nunca el nuestro cuando la acción sea solidaria. No hace falta la ayuda de nadie, más aún si es falsa, porque cuando decidimos emprender tomando la iniciativa de algo todas las ayudas serán buenas, pero  no tienen por qué hacernos falta.

Uno tiene que creer que es capaz, capaz de hacer todo aquello que requiera la iniciativa de uno. Cuando nos acostumbramos a que nos saquen las castañas del fuego, realmente nos estamos acostumbrando a perder la iniciativa, a dejar de ser esa persona que nos gustaría ser, esa persona que rechaza miedosas excusas para seguir sin tomar la iniciativa y pensar en el "... si lo hubiera hecho yo..."

Basta de decir sandeces, lo que más distingue a un cobarde sin iniciativa son las frases tales como: "yo hubiera hecho lo mismo", "eso mismo digo yo", "yo ... lo mismo", "hiciste bien", ..., porque esas frases están dichas después de que otra persona haya hecho o dicho algo, por lo tanto la iniciativa la tomó otra persona.

Deja de llorar sin lágrimas y aprende que en un momento determinado alguien necesitará de ti y, de seguir así, no te tendrá porque no serás capaz de dar un paso al frente, de tomar la iniciativa, de luchar, porque toda lucha requiere un esfuerzo.