La Evolución Personal
Harto de encontrarme cada día a seres (humanos, sobre todo) que se estancaron hace mil años dejando atrás la evolución natural que se les presupone me paro a pensar en el por qué de ese estancamiento.
¿Por qué gustarnos lo bueno sólo unos pocos años? ¿Por qué perdemos la motivación de motivar y de motivarnos? ¿Cuándo dejamos de ser jóvenes? ¿Cuándo fuimos viejos?
No es la edad la que delimita la juventud de la vejez, no es tampoco la forma de vestir ni de peinarse, no, el entender cuándo se deja de ser joven está en tu cerebro, en la capacidad de saber realmente qué hay que hacer en cada momento. Si con treinta años ya nos consideramos viejos por muchos factores apúntate a un centro para la tercera edad y gasta allí los años que te quedan por "vivir".
Pasados ya, no sé, treinta, cuarenta o cincuenta años de tu nacimiento has de mirar atrás y valorar qué ha sido de tu vida, cómo te ha ido, cómo te está yendo y hacia adónde vas.
Para valorar tu vida has de empezar por cómo has sido, qué has hecho y cómo lo has hecho. No vale con creerse uno mejor que nadie, no vale con que los exámenes de conciencia los hagan los demás. Si meditásemos para buscar soluciones a aquello que hicimos mal encontraríamos mejores caminos que el que hemos cogido. Vale la pena hacerlo.
La evolución personal depende, sobre todo, de la forma de afrontar los problemas. Para las fiestas nos apuntamos todos, eso está claro, pero cuando llegan los problemas casi todos tenemos otras cosas mejores que hacer.
Normalmente las personas dejamos los problemas para mañana, no asumimos de manera madura el hacernos cargo de situaciones complicadas. ¿Por qué? Porque no hemos evolucionado, nos quedamos en esa edad en la que los problemas los tenían que solucionar otros, nuestros padres, por ejemplo, pero ... ¿hasta cuándo?
Bueno, nuestra principal excusa es siempre, como decía, que mañana será otro día y entonces los solucionaré o exclamar nuestra falta de fuerzas para acabar con ese problema. Claramente esas excusas son el refugio de mentiras, porque mañana diré que mañana y nunca haremos frente a nuestra incapacidad para resolver problemas.
Nuestro crecimiento se quedó con nuestra incapacidad para adquirir las cualidades necesarias para ser una persona adulta y madura. No seremos adultos ni maduros porque tengamos cincuenta años, no, lo seremos cuando hagamos nuestros, y no de nadie, los problemas cotidianos que por desgracia van apareciendo en nuestra vida.
Y con la obligada apropiación de nuestros problemas tenemos que seguir ocupándonos además de nuestros deberes y obligaciones como nuestra familia, nuestro trabajo, nuestros amigos, ..., enseñándoles nuestra mejor cara, esa que parece no tener problemas, porque los mismos son nuestros, y no de ellos.
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