Personas

O debería decir ¿personas?
Todas las personas deberíamos intentar destacar por algunas condiciones que nos ha dado el paso de los años, la civilización, la modernidad, la historia, el raciocinio, pero todos, todos, tenemos esos instintos primitivos para que no se nos olvide lo que somos, animales. Evidentemente durante nuestra vida podemos escoger esto o aquello y hacerlo nuestro, tenemos la opción de ser como queramos ser, de ir en un sentido o en otro, de estar a favor o en contra, podemos ser como queramos ... pero ¿queremos ser seres humanos?
Lo que no podemos elegir es ser más o menos inteligentes, por desgracia no se puede comprar la inteligencia pero como digo sí podemos elegir qué camino seguir o al amparo de quién estar. Cuando perdimos la humildad (y la inteligencia no nos acompañaba) pudimos comprobar que el camino no era correcto, que huyendo por una senda volvimos al principio del camino y lo reiniciamos veinte veces sin darnos cuenta que se nos estaban dando oportunidades. Oportunidades para empezar de nuevo nuestro camino, esta vez de una manera correcta, adecuando los pros y los contras que nos íbamos encontrando, guardando lo que podía servir y desechando lo inservible.
Si perdemos todas las oportunidades, ¿quién pierde realmente? ¿el mundo?
Si no sé aprovechar un camino por mí mismo tendré que unirme a quien sepa andar por él, sin reparos, sin avergonzarme de lo que hago si es por mi bien o por el de la gente que quiero, sin tener que dar explicaciones a quien no tengo que dárselas. Pero repito, sí entender respetuosa y modestamente que todo el mundo no es líder y que líderes hay muy pocos, algunos parecen serlo, pero no son un ejemplo a seguir.


El valor humano, caritativo, bondadoso y solidario deja de existir cuando las personas que componemos la sociedad actual, llena de todo lo contrario (salvo excepciones, cada vez menos) nos desenvolvemos por la misma tal y como somos: envidiosos, incapaces e insolidarios por ejemplo, resaltando las carencias sociales de un mundo condenado a la extinción individual en pro de una sociedad inhumana y artificial.
La calidad de un ser humano no radica en su fortaleza física y me atrevería a decir que tampoco en la mental, la calidad de una persona está en saber quién es, en qué puede ayudar y en qué puede pedir ayuda. Es decir, se ha de valorar la calidad de quien va cuando se le necesita, ya sea para empujar un carro o para tirar de él, da igual el tipo de persona que sea, lo importante es que vaya.
Un ser humano auténtico nunca puede creerse el centro del mundo. Ese es el primer error que cometemos, creernos que no hay nadie más, que todos están a nuestra disposición. Si todos creemos eso, si creemos que sólo hay personas para tirar del carro, ¿quién nos ayuda empujándolo?

Utilizamos las excusas más baratas para excusarnos de nuestros males sociales. Evidentemente si no hay armas no se puede disparar, si hay ruido no hay silencio, si no hay calma no hay paz.
La guerra social, esa que crea conflictos entre personas por cualquier motivo, cesa cuando el más individualista se conforme y se una a la causa común, la sociedad, la injusta y falsa sociedad carga contra esa persona que quiere caminar sola y acertar o equivocarse para aprender con la experiencia sin la ayuda de la sociedad interesada.

Aceptamos irremediablemente el papel de vividor pasajero que llegó al mundo sin hacer ruido y de la misma forma se irá. Los grandes líderes sociales van por otro lado, ellos sí pasarán a la historia, pero las demás personas nos tenemos que limitar a vivir lo más dignamente posible para descansar tranquilos y dejar, al menos, una forma de entender la vida, sin egos y sin envidias, porque el final del camino es para todas las personas igual.

Dentro de un mundo capitalista queremos ser precisamente eso, dueños del dinero, aparentar que lo tenemos lo tengamos o no, tener una buena vivienda, un buen coche, en resumen lucir el materialismo de un capitalista, aquel que le da al dinero quizás la máxima importancia.
O no, o vivimos centralizadamente desde un punto de vista obrero en el que todo nos da igual mientras tengamos cubiertas nuestras necesidades más básicas, comer y dormir bien.

Pues ni somos una cosa ni la otra, simplemente nos dejamos llevar por cualquier corriente que nos guíe hacia algo, da igual que sea mejor o peor, pero que nos lleve.
Los políticos son malos, muy malos, pero votamos.
Nuestro jefe "abusa" de nosotros, pero nos aguantamos.
Nuestra pareja nos manda sin razón, y obedecemos.
Nuestros hijos son inaguantables, pero no educamos.
La comida no nos gusta, y la tiramos.
La deslealtad nos hace mella, pero perdonamos.
Vemos la desgracia ajena, pero no somos solidarios.
Nos quejamos de todo y no hacemos nada.


Conocernos es saber hasta dónde podemos llegar, que queremos ser y que haremos para conseguirlo. Reconocernos es saber que hay fallos en los demás y, sobre todo, en nosotros. y saber que la vida no acaba ahí. La vida será un regalo infinito que cada día da nuevas sorpresas.

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