Pretextos Injustificados

¿Qué justificación necesitamos para exonerarnos de toda culpa?
La verdad es única aunque pueda tener mil matices. Un "yo no dije eso" o un "yo no he visto nada", sólo representan la cobardía de la persona que lo dice en el caso de haber dicho y haber visto.
Pero claro, por desgracia es la forma más común de salir airosos de todo aquello que nos dé dolor de cabeza a falta de un posible dolor de conciencia. El camino más corto hacia la limpieza moral es el mirar hacia otro lado, el no complicarse la vida, el no llamar a una puerta o el huir sin que te persiga nadie.
Cuando se trata de dar la cara aparece ese verdadero yo que hace que recorra kilómetros en un metro cuadrado, que sude como si en el desierto estuviera o que carezca de argumentos para exponer mis excusas. La postura normal será todo lo contrario, no hacer nada y esperar a que otros lo hagan. La persona que quiera dar la cara, la dará, aunque no sea lo normal.
Dar explicaciones depende de cada persona. Hay personas que teniendo culpa no tienen conciencia y entienden que están limpias de pecado. La culpa por un gesto feo o una actuación desleal no te llevará a la cárcel, pero puede encerrarte en un mundo sin salidas dignas, sin excusas que dar, sin pretextos que justifiquen lo que te encerró.


Ser valiente, honrado y vivir con objetividad y sin envidia es altamente difícil hasta el punto de que, quizás, no haya prácticamente nadie así.
Hay gente buena, incapaces de hacer el mal pero no son completos, huyen de la valentía.
Hay gente valiente, son los primeros en dar el paso, pero su subjetividad los anula en una decisión.
Hay gente objetiva, esos con los que gusta hablar pero cuando se les necesita ... desaparecen.
Hay gente sin envidia, que disfrutan de todo, pero todo no te puede dar igual, hay que luchar.
Reunir todos los adjetivos constructivos en una misma persona es casi imposible pero eso no quiere decir que no debamos intentar tenerlos. Desde dar un paso hacia adelante cuando la ocasión lo requiera hasta alegrarse de los éxitos de aquellas personas que no nos gustan (mucho más de quien nos gusta) han de estar presentes en nuestra filosofía de vida, preocupándonos por tanto sólo de mejorar individualmente sin amenazas externas.

Ha llegado un punto en el que nos interesa más la vida de los demás que nuestra propia vida, independientemente de que cometamos más errores que aquellos a los que nuestra mente perturba. Tener oportunidades de vida y no querer disfrutarlas no puede impedir la alegría por quienes las disfrutan.

Todo cuesta mucho en el camino que busca la felicidad pero todo ese coste nos hará fuertes y nos dejará satisfechos durante nuestra vida.

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