364 días

Si pensamos un momento en qué hacemos, qué hacen los demás, cuánto vale nuestro tiempo y cuánto el de los demás, en cómo somos y cómo son los demás veremos más similitudes de las que creemos a priori. Ya hemos dicho varias veces que buscamos en los demás nuestros propios fallos, viéndolos en ellos y no en nosotros y siempre hay que ser autocrítico.

En esa autocrítica hemos de ser conscientes de lo que hacemos y como lo hacemos, de manera constante, sin desfallecer. También hemos de saber dónde están nuestros límites, saber hasta dónde podemos llegar y de qué manera poder llegar.
No se trata de una lucha sin la búsqueda de una victoria, no se trata de renegar de nuestras responsabilidades, no se trata de no aplaudir a quien lo merezca y no reconocer sus éxitos y virtudes, se trata de nosotros y nuestra forma de vivir.
Esas formas de vivir hacen que hayamos elegido un puesto en la batalla (de la vida) y situarnos en el frente del batallón aún sabiendo que no tenemos opciones de victoria o encima de un caballo al final de ese batallón para salir cabalgando en cuanto la cosa se complique.
Habrá ocasiones en las que situarnos en el frente de la batalla será la única opción de luchar y habrá otras en las que dirigiendo a otros (sin salir corriendo) se puede obtener la victoria. Para todo hay que tener disposición. Esa disposición nos hará fuertes en la vida sin tener en cuenta las debilidades que se nos acerquen, en forma de personas o en forma material.
Puede ser que no hayamos elegido ningún puesto a la hora de luchar (en la vida) y ni tan siquiera situarnos en ningún frente. Podemos ser de esos que ven un agujero cuando se acerca la batalla y deciden meterse dentro de esa madriguera y salir cuando se ha conseguido (o no) la victoria utilizando mil excusas que le librasen de mostrar su cobardía. 
Y toda lucha lleva consigo un sufrimiento soportado por quienes entienden que la vida es algo más que andar, que sentarse o que dormir.


Pues así es la vida, una forma de batalla constante en la que hay personas que luchan trescientos sesenta y cuatro días al año para seguir luchando en cuanto empiece otro y otras personas que "luchan" un día, ese que sirve para ponerse las medallas. Ese día aparecen guapas y radiantes, como si no luchasen o como si la lucha no las despeinase. Estas personas suelen llegar y subirse al podio directamente, sin luchar en la búsqueda de la ansiada paz, pero colgándose la medalla de oro. Ese fue el día por el que viven. Los demás, a batallar esos trescientos sesenta y cuatro días restantes para que otros puedan disfrutar del único día que han decidido hacer algo, llámese ¿"vivir"?

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