La dulce dureza

A menudo nos apartamos cuando la vida nos llama, desistimos de ir, huimos de su llamada por el simple hecho de no querer complicaciones, preferimos que las tenga otra persona y que luego nos informe cómo le ha ido. Queremos una vida lo más placentera posible donde la facilidad esté presente en cada acción, en cada movimiento, en cada decisión.

Pero, por suerte, no todo el mundo es así. Hay quienes entienden que hay que estar, que no se puede estar constantemente dando un paso atrás, quien no quiere complicaciones pero cuando aparecen las acepta y las adquiere para solucionarlas ... hay a quien nada le ha sido fácil. Necesitamos a esas personas principalmente porque nosotros no somos así y alguien nos tiene que ayudar.

Esa carencia de facilidad no significa que se haya sufrido en exceso con las dificultades, simplemente se han afrontado con la mayor dureza posible, una dureza que, cargada de sensibilidad y sentimientos, se recargó con ternura y emotividad, una dulce dureza.
Hay quien, en esas situaciones complicadas, ríe porque no sabe serenarse y esperar a que llegue el momento de dar ese paso al frente, llora porque espera que, sin haber sufrido, le llegue alguien que le quite ese fingido sufrimiento con un "no te preocupes" y espera riendo y llorando sin saber por qué ríe y por qué llora, simplemente espera ... Esas personas que sólo esperan sin entender los motivos por los cuales esperan, sin saber el final que tendrá esa espera, ahuyentan la dulzura e invocan a nadie, resolviendo esos momentos con una tranquilidad impropia de quien puede perder mucho y con una impaciencia letal de quien no quiere representar nada, sólo desea irse y dejar a los demás con sus problemas.


Normalmente encaramos las situaciones complicadas desde un puesto secundario, otorgando las dificultades a otras personas que, sólo en nuestra opinión, son más capaces que nosotros para encarar esos momentos difíciles. Entendiendo que aceptar determinados roles no es un papel sencillo y asequible, tampoco podemos entender siempre que nuestra posición estará lejos de las complicaciones por norma general porque algún día nos tocará, cuando menos, hacernos los duros para que alguien deje de sufrir y lo hagamos nosotros por ellos. Claro, que para ello tenemos que ser personas coherentes y sensatas.

Y no creamos, como digo, que esas personas que bajo nuestro punto de vista parecen mucho más capaces que nosotros para afrontar esas situaciones complicadas dando un paso adelante, son realmente competentes que nosotros, no, simplemente se atreven, sufriendo por mostrar esa dureza que otros ni tan siquiera dudan en mostrarla o no, escondiéndose tras un llanto cuando el problema fue grave, o tras una risa cuando la espera fue más o menos larga.
Y hemos de ir, si realmente valemos, con el convencimiento de que nos ayudará en el futuro. Si no valemos, hemos de mostrar una especie obediencia humilde por aquello que los demás hacen por nosotros y saber que nuestra dulzura es, aparte de fingida, inútil.

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