Todo va bien

Supongo que será por aquello de la envidia y, como vivimos en sociedad y, como en algunas de ellas se conoce mucha gente, mostramos nuestro lado bueno, el risueño, el activo, el capaz, el experto, ese lado que muestra que nuestra vida va bien, que no le teme a nada y que con todo puede, pero ... ¿así es realmente?
Pues, por lo general, no. Pero nuestro deseo de mostrar a la gente que no nos conoce una felicidad inexistente está por encima de nuestra verdadera felicidad. ¿Por qué? Ser feliz es tan fácil como difícil. A menudo estamos equivocados si buscamos la felicidad en un bien material y no me refiero exclusivamente al dinero. Podemos tener un montón de materiales con los que no saber ni qué hacer y ser infelices. Coches, casas, motos, ropa, calzado, cuerpo, ..., podemos presumir y creer que así seremos felices y que la gente nos tendrá envidia cuando en realidad los primeros envidiosos somos nosotros, y con envidia no se puede ser feliz nunca.
Cuando tratamos a las personas y más concretamente a nuestra pareja como un bien material, estamos cometiendo el mayor error de nuestra vida. Cuando hablamos de "mi marido" o "mi mujer" no mostramos una posesión, mostramos un material, nombramos a esa figura que tenemos al lado y que nos acompaña a la hora de dormir o comer. Pero nada, es una simple compañía, pero ... no está mal, los hay peores, podríamos decir.
Nuestra pareja nos dará el culmen de la felicidad o no.


Le damos a la gente la mejor de nuestras sonrisas, esa que en el fondo esconde nuestra infelicidad, nuestro amargor, nuestro verdadero ser. Ese ser que se lamenta cada día de su suerte, de ser lo que nunca quiso ser, de estar donde un día soñó que estaría cómodo, de comprobar como sus sueños hace tiempo que dejaron de cumplirse y, lo que es peor, dejó de buscar.
Ahora nos limitamos a mostrar de la forma que sea que nuestra vida va bien, vamos si la gente va, volvemos si vuelven, ya no queremos llevar ni la contraria cuando nuestra opinión va en contra, ahora, les damos la razón y así acabamos antes, porque no tenemos ganas de dialogar. Nuestra vida dejó de disfrutar de la felicidad que se le ha de presuponer, y nuestra acritud se nota cada día más.
Y repito, la gran responsable de nuestra felicidad o de nuestra amargura es nuestra pareja aunque también sean partícipes nuestro trabajo, nuestros hijos o nuestros vecinos, pero sin el aliento de ese ser que nos ayuda a vivir mejor hay veces que nos cuesta la vida, y la vamos perdiendo poco a poco.

Nuestra pobre vida se desliza por un fino hilo con el paso de los años, creyendo que llegarán tiempos mejores en los que verdaderamente disfrutar de la vida. Y no llegarán esos tiempos mientras no nos demos cuenta de que no todo va bien, de que hay que mejorar y hacer frente a muchas cosas. Cuando lo hagamos, empezarán a llegar buenos momentos que cada vez serán más largos.

Y no dejar de tener sueños, no dejar de hablar del futuro, no dejar de aspirar a todo, no dejar que nada ni nadie nos quite esos deseos que tanto anhelamos conseguir y que solos o ayudados podamos llegar a tener todo aquello a lo que aspiramos.

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