La tardanza de los lamentos

Vemos pasar la vida, la nuestra o la de los demás, por delante de nosotros y en la mayoría de los casos, por desgracia, la dejamos pasar. La miramos, vemos como la muerte llega y agachamos la cabeza por no patalear por la llegada del fin de la vida.

No somos capaces de enfrentarnos a la realidad, y la misma no tiene que ser lo que no queramos que sea. Tememos a la realidad más cruel y absoluta, nos resignamos esperando un desenlace que no queremos, que ojalá se posponga pero que no hacemos nada para ello.
Lo de siempre, si nos enfrentamos a la realidad es porque tenemos gente al lado que hará lo que se tenga que hacer, no le diremos nada, sólo seguiremos sus pasos, confiaremos en su madurez porque nuestra inmadurez no tendrá más remedio que hacerlo así.

Quizás nos creemos aquello que no somos: maduros, sensibles, coherentes o capaces de afrontar cualquier problema con una actitud propia de seres humanos en pleno desarrollo de su experiencia.
No podemos creernos que siempre estará nuestro particular muro de las lamentaciones, ese que nos escuche cuando no podamos dormir porque hicimos mal las cosas, ese que algún día se hartará de oírnos y dejará de escucharnos, ese muro que algún día puede caer.

Uno no puede lamentarse tras los desenlaces cuando los mismos le hirieron o no le gustaron. Uno tiene que intentar cambiar ese desenlace, lamentarse es de cobardes y de lelos que esperaron demasiado a que alguien le salvase de tener mala conciencia. Ahora, lamentarse no sirve de nada, pudiste cambiar el destino y no lo hiciste, ahora, laméntate y llora porque no supiste defender aquello que sentías tuyo, ahora, ya es tarde. 


Efectivamente, nos acostumbramos a no tomar la iniciativa, a quejarnos de las cosas, a decir "... yo hubiera hecho lo mismo ..." sin haberlo hecho, a hablar y a hablar.
Bueno, ya si eso ..., ya ... mañana, si puedo. Pues no, no se pueden dejar las cosas para mañana que después vienen los lamentos y seguramente que no los queremos, queremos recordar todo como algo bonito, incluso algunos malos momentos.

Llegó el día, no hay nadie más, sólo tu, el paso has de darlo ... ¿a qué esperas?

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