Esperando a la vida

Uno no puede esperar de la vida más de lo que le da a la propia vida.

Así es, lo podemos llamar "sembrar" o "invertir" pero realmente, en ausencia de una suerte que no existe para darnos lo que deseamos, si no dedicamos tiempo y sudor en los demás nunca obtendremos recompensas, nunca nos echarán de menos.


Cuántas personas hay que tarde o temprano fracasan. Fracasan en el trabajo, en el amor, en la amistad, en la dedicación, fracasan al fin y al cabo en la propia vida, esa vida que seguramente les dio mil oportunidades para perderlas todas porque siempre creímos que tendríamos más hasta que dejaron de existir. Siempre habrá oportunidades, pero ya digo, no son infinitas.

El fracaso es personal, nadie te puede decir si lo tuviste o no, por tanto, nos sentiremos responsables de no haber tenido éxito sin ayuda de nadie. Culpar a los demás de tus fracasos no te ayudará a superarlos, en el reconocimiento del mismo estará el principio de su superación.

La vida nos dará todo cuanto queramos conseguir, pero hay que darle a la vida las ganas de conseguirlo. Nunca una mala relación perduró en el tiempo infinitamente, nunca errar cien veces significó que la ciento uno sería igual, nunca te abandonó la felicidad si no dejaste de buscarla.

Por tanto, las quejas de las que constantemente nos lamentamos, no son más que fracasos personales que vamos acumulando en nuestra vida para al final obtener lo que nos merezcamos.
Todo lamento es un revés, todo fracaso un hundimiento, pero si algo tiene la vida es que nos da esas mil oportunidades para, tras recapacitar, aceptar esos fracasos como lecciones si de aprender se trata.

Ahora ve y siembra o sigue recogiendo los frutos de otra cosecha que no es la tuya, al final, te quedarás sin nada.

Perderás lo tuyo de no usarlo y perderás también lo usado porque no era tuyo.

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